DIANA Y EL ORIGEN DE LAS RESPUESTAS

Es domingo, son las 11 de la mañana,  y aunque es tarde para desayunar, Diana disfruta de un café con leche sin prisas y del pan de centeno con mantequilla. Siempre desayuna sencillo.

Desde la ventana del living contempla la primera nevada, al cruzar la calle, las piceas y las casas aceptan quietamente su nueva vestimenta. 

Una vez más se acerca la Navidad, esa época del año en la que se siente inevitablemente fuera de lugar.

Hace siete años que se mudó de Barcelona a Estonia, un pequeño país del Báltico, un bellísimo bosque abierto al mar. Aquí la Navidad y la nieve son inseparables, hasta suenan parecido: nieve, Navidad.

Las Navidades de Diana, como las de todo el mundo, van cambiando a lo largo de los años, principalmente porque los patriarcas y las matriarcas van desapareciendo de la mesa de celebración.

Diana nació en Buenos Aires y allí la Navidad es en verano y mucha gente está de vacaciones. La anfitriona en Nochebuena era la tía Alicia, la hermana de su madre. La tía vivía con su familia en Martín Coronado, fuera de la ciudad, y para llegar había que tomar el tren de la línea Sarmiento en Chacarita y antes de eso, un autobús. La tía los esperaba con una mesa extendida en el jardín, vigilado por un limonero fragante y muchas estrellas. Esa mesa representaba días y horas de cocinar y hornear, todo era casero, excepto los frutos secos. ¡Esperaba durante 365 días del año el pastel de chocolate y crema moka! Sin embargo, lo mejor era sentarse con sus hermanas y sus primos alrededor del tío Carlos, el tío soltero y guapo (a ella le recordaba a Steve McQueen, pero en moreno) que les hablaba de la guerra de Vietnam y les hacía escuchar a los Rolling Stones. También les hablaba de arte porque era dibujante publicitario.  El día de Navidad hacían una excursión a la casa de la abuela Justa, (la querían tanto) la mamá del tío Carlos. Básicamente iban a cazar mariposas, beber licuado de fresas y sentarse a pintar en el estudio con las témperas del tío. Los zapatos se quedaban esperando en la entrada de la cocina, disciplina que había instaurado el abuelo Chosaku (un ritual que Diana sigue practicando). Esa casa era especial, conservaba el espíritu de su abuelo japonés, un espacio blanco y fresco, tan fresco que el aire parecía verde. Una casa casi sin muebles.

La Navidad, al final, fue perdiendo la intimidad esencial, los códigos de la tribu original., 

Diana es más de mirar que de participar, para ella este es un ritual de las ausencias y de las subversiones.  Jesús ha sido desplazado por un fugaz y misterioso visitante del Polo Norte que durante 24 horas se embarca en una frenética entrega de regalos por casi todo el planeta (curiosamente los regalos varían de calidad, sin más explicación)  Cree que es una rara alquimia. 

Le cuesta entender qué se celebra en Navidad ¿De qué se trata? ¿Y lo sagrado?

Por eso, Diana durante esos días sale a buscar significados, intuye el Origen de las Respuestas, sin forma, sin tiempo y sin lugar.


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