LA GIOCONDA CONSCIENTE
Mariela recibe a la prensa en el taller que comparte temporalmente con otros artistas en el barrio Barranco de Lima. Ha elegido como fondo para la foto la pared rojo oxidado porque contrasta con el blanco y negro de su vestimenta y el plateado de sus pulseras y anillos. Y como es una elección, es algo deliberado, es un mensaje. Han venido a hacerle una entrevista que no esperaba o que había dejado de esperar hace tiempo. Por eso posa divertida e incómoda, pero también un poco desafiante.
Apoya su cara en la horquilla de sus brazos, sus manos abiertas la ocultan, la enmarcan y la protegen. Ha elegido también no posar de frente, no confía y está cansada. ¿Por qué has venido? ¿Por qué te interesas ahora? Lo que realmente quiere mostrar son sus manos, esa parte de ella que trae formas y colores del mundo invisible. Así protegida, emerge y observa al que la materializa en una réplica muda. Es una especie de Gioconda, pero con conciencia de su misterio.
Quieren saber de ella porque está exponiendo sus pinturas y tapices por primera vez en el Museo de Arte de Lima (MALI). Llegó allí después de pasar por las puertas afiladas de los prejuicios, su arte es una forma de activismo. Mariela es quechua, nació y vive en Ayacucho y sigue allí porque es allí donde están la savia y el manantial. Su arte es un viaje a la identidad colectiva,que es la suya y a la de todos.
No espera mucho de la entrevista, intuye que será una noticia del día o como mucho de la semana. De todas formas no le importa demasiado esta fama efímera, no se la cree. Cuando todo termine, recogerá sus cosas y volverá quietamente a su pequeño pueblo en los Andes. Entonces los colores y las formas se volverán invisibles otra vez.